La Educación Emocional

diciembre 28, 2016

La ‘educación emocional’ es un concepto relativamente nuevo en el ámbito docente. Desde hace unos años se están intentando aplicar a las aulas los preceptos de la inteligencia emocional como una de las bases del cambio de paradigma educativo. Pero ¿qué debemos entender por inteligencia emocional? Si atendemos a las definiciones clásicas, como las de Salovey y Mayer, la de Payne o la de Gardner, la inteligencia emocional (IE) es la habilidad del ser humano para identificar las emociones –tanto propias como de los demás–, distinguirlas entre sí y, una vez hecho, gestionar estos sentimientos de la manera más óptima que permita una interacción adecuada en la sociedad.

Algo que a priori es fundamental para el desarrollo vital de los niños, y en su posterior desarrollo como adultos, es comprensible que ocupe un lugar esencial en la formación de los niños desde una corta edad. Como afirma Eduardo Punset en su blog que en el año 2020, “se estima que la causa número uno de enfermedad en Europa será la depresión –no olvidemos que, en la actualidad, los accidentes de tránsito causan menos muertes que el suicidio–”. Para poner remedio a estos problemas, el divulgador científico cree que es  “Algo en lo que venimos insistiendo desde hace tiempo: la importancia fundamental de que los niños aprendan en el colegio a gestionar sus emociones y a solucionar sus conflictos sin perder la armonía”.

En el último informe de la  Fundación Botín sobre el Estado de la Educación Emocional y Social  se puede apreciar cómo la ‘educación emocional ha ido ganando enteros en todos los países que han participado en el estudio. Y con esta implementación en la aulas se ha demostrado sus beneficios en problemas de tipo conductual y de habilidades sociales, así como en una mejora de la autoestima, y como factor de prevención de trastornos depresivos, cuadros de ansiedad o conductas violentas.

¿Qué herramientas tienen los profesores a su alcance para estimular la IE de sus alumnos?

Los docentes motivados con el cambio de paradigma educativo están incorporando a sus clases el trabajo con la educación emocional de sus alumnos. Un buen ejemplo de ello son las propuestas que hacen desde Educrea, institución que promueve las mejoras en el ámbito educativo, acreditada ante el Ministerio de Educación. Desde este organismo proponen en el artículo 14 Estrategias para estimular la Inteligencia Emocional en el aula una serie de didácticas muy interesantes –de las que extraemos algunos puntos– que pueden estar al servicio del profesorado a la hora de estimular la inteligencia emocional:

  • Cualquier contenido que el educador explique debe ser vivido por el educando también desde la emoción, no sólo como un dato.

  • El uso de fotografías y escenas de la vida diaria son elementos que provocan con bastante facilidad que emerja el mundo emocional.

  • El uso del relato, el cuento, la poesía, las obras literarias, en general, están llenas de situaciones emocionales a partir de las cuales se pueden trabajar estos contenidos.

  • La propuesta de juegos de comunicación y expresión emocional.

  • Las películas que permitan el análisis de las emociones de los personajes y de las sensaciones que provocan en el espectador.

  • La música, elemento fundamental que nos ayuda a mirar hacia dentro centrando la atención en los procesos internos.

  • La utilización del color y de la forma.

  • En general, las artes, incluida la danza, proporcionan los medios para expresar los sentimientos y las ideas de maneras creativas y hacen que cualquier experiencia de aprendizaje sea más memorable.

  • La imaginación es el vehículo para el descubrimiento, es un motivador por excelencia del aprendizaje, que suscita una emoción básica: la curiosidad.

  • El aprendizaje cooperativo. Las investigaciones que se han efectuado sobre esta estrategia educativa indican que cuando los educandos aprenden juntos en parejas o en pequeños grupos, el aprendizaje es más rápido, hay mayor retención y los niños se sienten más positivos respecto a lo que aprenden.

Propuestas Alternativas

Muchos centros educativos no disponen de tiempo en sus horarios para desarrollar correctamente una educación emocional básica que ayude a sus alumnos. En estos casos, es preferible buscar alternativas que permitan que los alumnos conozcan y trabajen sus emociones, por ejemplo, como propone en el blog Tiching la psicopedagoga y maestra de audición y lenguaje Cristina Martínez Carrero. En una interesante entrada 18 propuestas para trabajar la inteligencia emocional en el aula, la pedagoda propone una rutina diaria breve que permita trabajar la parte emocional de los educandos y resolver los conflictos –de una manera asertiva– que hayan podido surgir en el aula de una manera dinámica:

  • 10 minutos cada mañana antes de comenzar la “rutina” diaria. Estarán más receptivos.

  • 10 minutos antes de acabar las clases, si es posible, se puede repasar cómo estaban por la mañana, si algo ha cambiado, creando un espacio para que puedan reflexionar individual y grupalmente.

  • Asamblea: 1 vez por semana. Si por el estilo de las clases o la organización del centro educativo, no es posible trabajar las emociones cada día, se puede dedicar una hora a la semana y hacerlo en forma de Asamblea… Quizá suponga un trabajo extra, pero los alumnos se sentirán mejor cada día.

Definitivamente, la educación emocional se ha convertido en uno de los motores del cambio de paradigma educativo, pues no sólo mejora la salud emocional de los alumnos, también mejora la interrelación entre los mismos y, como consecuencia de ello, el nivel de aprendizaje de los educandos también se acrecienta. Es una herramienta indispensable al servicio, sobre todo, de los alumnos y de la sociedad.

Photo credit: Firesam! via VisualHunt / CC BY-ND

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