Clara Megías estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, pero ese concepto de artista solitario pintando en su taller, tan pasado de moda, no iba mucho con su personalidad. Desde que se cruzó en su camino Maria Acaso, supo que si quería cambiar el mundo no tenía que ser artista sino ‘arte-educadora’. Desde ese mismo momento empezó a colaborar con ella en su departamento. Y hasta el día de hoy mantienen una relación de más de 14 años que las ha convertido casi en familia, como afirma la propia Clara. Realizó su tesis doctoral sobre arte en hospitales, para desarrollar proyectos artísticos con adolescentes que tuvieran que pasar su convalecencia ingresados. Esa experiencia le sirvió para terminar de formarse como arte educadora. Compagina su faceta como profesora en Escuni con su labor como formadora e investigadora en el campo de la interacción entre arte y educación. En su blog Pedagogías Invisibles, Arte+Educación, podemos encontrar todas las propuestas que nos hace para implementar las disciplinas artísticas como método de aprendizaje. Al preguntarle si tiene muy aparcada su faceta como artista, responde sin vacilar que su proyecto artístico es todo lo que hace como educadora.
NeuroK: ¿Cómo ves la situación actual de la docencia?
Clara Megías: «Estamos viviendo un momento especial en el que muchos profesores tienen ganas de innovar; profesores que se están organizando; que se están renovando y que están llevando a cabo una auténtica revolución en el aula. Veo que hay mucha energía, aunque en esta revolución, el arte todavía no está todo lo presente que debiera».
NK: ¿Por qué crees que han confluido en este momento tantos profesores preocupados con el cambio de paradigma?
C.M.: «Es imposible dar clase como se estaba dando hasta ahora. Las escuelas y los institutos se están convirtiendo en un lugar imposible, horrible, en el que todo el mundo sufre. Y ese sufrimiento viene porque el sistema que se está utilizando no funciona. Estamos intentando dar clases en el S. XXI profesores del siglo XX y en una escuela del S. XIX. Es un lugar, que tal y como se ha planteado hasta este momento, es terrible. Los profes se han dado cuenta y están formándose para propiciar el cambio. Se están apuntando a todo tipo de cursos y haciendo lo imposible para adquirir herramientas nuevas para adaptarse. El mundo ha cambiado muchísimo, y como dice Margaret Mead, es la primera vez en la historia que cuando un abuelo sostiene a su nieto en brazos no tiene ni la más remota idea de cómo será el mundo al que tenga que enfrentarse ese niño. Lo mismo sucede con nuestros alumnos: hace 200 años el mundo en el que iban a vivir los nietos de esos abuelos no iba a cambiar demasiado, ahora, el conocimento de esos abuelos no les va a servir a los nietos para manejarse en el mundo. La mayoría de los conocimientos que tienen nuestros abuelos se quedaron desfasados hace mucho. El ritmo que llevamos necesita del desarrollo de otro tipo de herramientas, como la creatividad, la capacidad de adaptarse…»
NK: ¿Cuál es vuestra propuesta para introducir el arte en las aulas?
C.M.: «En unos meses presentamos Maria Acaso y yo un libro que se llamará Art Thinking, Transformar la educación a través de las artes (Ed. Paidós), en el que hacemos una propuesta muy práctica para los profes y les explicamos de una manera muy sencilla y muy llana lo que es un proceso artístico, con el objetivo de que puedan trasladarlo al aula. En la primera parte del libro explicamos por qué el arte contemporáneo es tan necesario en la escuela, relacionado con el placer, con el aprendizaje desde la experiencia artística, su relación con el pensamiento subjetivo, con el pensamiento divergente… Nos parece muy importante que los profesores se empoderen y que no se vean, a sí mismos y por los demás, sólo como meros transmisores de contenido».
NK: ¿Cómo se aplica esta metodología?
C.M.: “Además de darles todos esos argumentos en el libro, también les damos una metodología, que es la verdadera novedad y lo más complicado, ya que cada artista lleva un proceso completamente distinto. No se pueden extraer unas pautas comunes a todos los artistas a la hora de crear, ninguno sigue los mismos pasos. Y eso es, precisamente, lo que genera caos entre los profesores. Lo que hemos hecho es analizar distintos procesos de creación de diversos artistas, procedentes de ámbitos muy distintos. De ese análisis no hemos sacado pasos concretos; sino, cinco momentos clave en el proceso. Cinco ingredientes que están en toda creación artística. Esos ingredientes no tienen por qué seguir un orden preestablecido, se van dando. Esto es lo que desarrollamos en la segunda parte del libro, donde se plasma en una especie de juego a través de diferentes piezas”.
NK: ¿Cuáles son esos cinco momentos?
C.M.: “Cada una de las piezas tiene que ver con hacerse preguntas, que es uno de los momentos clave del proceso artístico. Otra de las claves es experimentar con la creación, con la construcción de imágenes, tiene que ver con ponerle nombre a las cosas, decidir qué tema vamos a trabajar y elegir un título. También está el momento de compartir, pues compartir el proceso es fundamental para cualquier artista, no sólo el final de la obra, sino todo el desarrollo de la creación. Y la quinta y última de las piezas, es la de alimentarse, todos los artistas están constantemente aprendiendo, informándose y leyendo cosas. Con este juego vas creando, como si fuera un dominó, tu propio proceso”.
NK: ¿Es fácil para los profesores aplicar estas técnicas en las clases?
C.M.: «Se habla de clases invertidas, trabajos cooperativos, etc., pero no existen todavía las herramientas necesarias para que los profes entiendan lo que supone introducir un proyecto artístico en el aula. En eso es en lo que yo trabajo, desde que acabé la tesis me dedico a la formación de profesores, nuestro objetivo final es que los alumnos vean que el arte contemporáneo es una herramienta para aprender. No para aprender arte en sí; sino, para aprender sobre matemáticas, historia, etc. Que entiendan que el arte está ligado a todo tipo de conocimiento. Esa es la transformación que tenemos que llevar a cabo».
NK: ¿Cómo acogen los alumnos vuestras propuestas?
C.M: «La acogida, por lo general, es estupenda. Cualquier cambio es bienvenido por su parte. Cuando los profesores utilizan su creatividad para adaptar las clases y hacerlas motivadoras, funciona. Sólo hay que buscar la manera. Nosotras solemos trabajar con cultura visual, que está muy presente en nuestras vidas. Simplemente con pequeños cambios se obtienen resultados. Lo que tenemos claro, en general, es que hay que hacer algo».
NK: ¿Y desde el mundo del arte?
C.M.: “Tiene que haber un cambio de paradigma en ambos lados. Tengo un proyecto con Nubol que se llama La Brecha. Es una investigación que hicimos sobre por qué existe esa brecha entre el mundo del arte y el sistema educativo. Y la brecha se da a ambos lados, tanto por la imagen estereotipada que en la educación se tiene de lo que es el arte, como en el mundo del arte de lo que es la educación”.
NK: ¿Hacéis que colaboren los artistas en vuestros proyectos?
C.M.: “Un famoso artista nos dijo: ‘chicas, por favor no digáis que hacéis educación, que da grima’. Y nosotras con más razón lo afirmamos, para cambiar esa idea preconcebida. A los artistas, cuando les hablas de educación piensan en un taller para explicar su obra, y no tiene nada que ver. Lo que nosotras les decimos es que no se trata de explicar su obra, sino de involucrar a la gente en su obra. De manera que si tú metes al público en tus procesos, vas a aprender de esas personas y esas personas van a aprender de ti. No buscamos que se de masticada la explicación de la obra, eso es domesticar el arte. Todos los artistas que se han involucrado en el mundo de la docencia salen con la cabeza transformada, porque descubren cosas sobre ellos mismos y sobre su propia obra que desconocían hasta ese momento. Cada vez hay más proyectos, como el que tenemos nosotras que se llama Levadura -con Infantil y Primaria-, que consiste en que un artista esté trabajando durante un mes con los niños y, entre todos, creen una obra conjunta. Es una de las fórmulas para lograr que el arte se vaya colando en las aulas”.
NK: ¿Cómo te imaginas el futuro de la educación?
C.M.: “Vamos a ver qué sucede. Hay muchas escuelas que están empezando a cambiar bastante y están comenzando a derribar las paredes, convirtiendo los colegios en verdaderos laboratorios de creación. ¡Es tanto lo que hay que cambiar! Casi hay que demoler todo el sistema educativo, y eso no va a suceder a corto plazo. Recuerdo cierta ocasión que estuvimos haciendo un proyecto sobre cómo sería la escuela ideal. Invitamos a arquitectos, especialistas en iluminación, y todo tipo de profesionales relacionados con el espacio. Se les pidió que nos ayudaran a repensar la escuela ideal. Me encantó cuando, al preguntarle al arquitecto Andrés Jaque por las aulas, nos respondió que por qué había que tener aulas en vez de espacios abiertos. Hay que replantearlo todo desde cero”.
NK: ¿Cuál será el papel de las nuevas tecnologías y cómo interactuarán con el arte entendido como metodología de aprendizaje?
C.M.: “Yo no me considero nativa digital, pero sí que es una herramienta que se ha instalado en mi vida de una manera natural. Al final, las nuevas tecnologías no dejan de ser una herramienta a nuestro servicio. Hay cosas que se pueden hacer de manera sencilla sin la necesidad de una pizarra digital, pero para otras cosas te abren un mundo de posibilidades alucinantes: proyectos audiovisuales, interactivos, etc., que se pueden realizar en el aula. Además, la tecnología se utiliza muchísimo en el mundo del arte, hay una gran cantidad de creadores que se sirven de todo tipo de tecnología para su obra, desde producción de imagen, temas interactivos o, incluso, generar formatos como videojuegos. Está muy presente en el mundo del arte y debería estarlo también en el sistema educativo. Son herramientas que están a nuestra disposición y las podemos utilizar siempre que nos convenga. Si al final estamos mandando mensajes de Whatsapp, estamos utilizando aplicaciones en nuestra vida cotidiana, ¿por qué no se va a naturalizar su uso dentro del aula? Se deben introducir de una manera natural, no hay que darles tanto peso, debemos convertirlas en un herramienta más. Y evolucionan tan rápido que hay que tener ganas de estar al día para seguir su ritmo. Las generaciones de nuevos profes, los millenials, ya incluyen la tecnología de una manera naturalizada”.
NK: ¿Tienes muy aparcada tu faceta como creadora?
C.M.: “No sé diferenciar entre si estoy haciendo educación o estoy haciendo arte. Para mi son las dos caras de una misma moneda y no sé en qué momento se separaron. El arte siempre, siempre ha tenido esa función didáctica. Y el arte contemporáneo más que ningún otro. Ahora mismo se está tratando de rescatar esa función, incluso los propios artistas empiezan a ver que el arte es un proceso de aprendizaje, tanto para el espectador como para el artista. Mi proyecto artístico es todo lo que hago como educadora”.